sábado, 18 de octubre de 2014

HOLD ON TO YOUR FRIENDS

¿Qué pasa cuando juntas a un montón de gente maja en un mismo espacio durante horas? Pasa que la cantidad de energía positiva que desprende cada uno de ellos se junta con la de los demás y se genera un cúmulo energético de buen rollo (¿existe esto? ¿podría existir?) que, a su vez, va devolviendo esa energía positiva a cada uno de los que está en ese espacio. En una dosis mayor a la que desprendieron.

Algo así como un viaje de endorfinas de ida y vuelta entre todos los presentes. En bucle.

Esto -que me lo acabo de inventar, claro- podría valer como explicación nada científica de lo que ocurrió hace unos días en mi casa. Gente de todo pelaje, edad y condición, gente buena y buena gente, amigos... interaccionando durante horas, de la mañana a la noche, generando flujos de energía positiva que se quedaron por aquí incluso después de haberse marchado ellos. (Tenía que haber llamado a Iker para que viniera a comprobarlo).

Y yo no puedo más que agradecer a toda esa gente que viniera a celebrar conmigo, ése día, con sus mejores galas energéticas, cargados de endorfinas para la ocasión. Una vez más -y no será la última- doy gracias a quien maneje los hilos de todo este tinglado por estar rodeada de tanta gente a la que tanto quiero y que me hacen sentir tan querida.

De eso se trata, creo, todo esto.

Y como siempre, las gracias van con música. Tres clásicos que me vienen a la memoria mientras escribo esto y que espero os generen endorfinas para dar y tomar. Si véis los vídeos, ochenteros hasta el extremo, al menos os harán sonreír con el estilismo. El de Morrissey es algo más "actual", del 94. Tampoco está mal, veinte añitos ya de este temazo del viejo divo británico... ¡Que los disfrutéis!






 
 

martes, 9 de septiembre de 2014

SER Y SABERLO

No es el qué, es el cómo.
No es lo que te pasa, sino cómo vives lo que te pasa.
No es lo que tienes, sino cómo valoras (o no) lo que tienes.
No es, ni siquiera, lo que eres, sino cómo estás siendo (o no) eso que eres.
No importa el qué, importa el cómo.

Esto, que parece sacado de un libro de autoayuda, es algo que pienso bastante estos días. Cuando uno para, piensa distinto. No piensas más, ni menos, ni mejor, ni peor, sino distinto. Y en ese pensar distinto vas más a lo básico, lo esencial, a cómo haces las cosas, cómo las hacías, cómo quieres hacerlas... cómo vives, cómo vivías, cómo quieres vivir.

Y te das cuenta de que todo es bastante más sencillo de lo que parece (no hacen falta chamanes para esto), de que todo -o casi todo- es cuestión de actitud... de cómo estés con lo que eres, con lo que haces, con lo que tienes y con lo que sientes. Y también al revés: con lo que no eres, con lo que no haces, con lo que no tienes y con lo que no sientes. Porque de cómo estés con todo esto depende que tu vida sea más o menos tuya.

Parece todo de perogrullo no? Es que la vida es bastante perogrullada, aunque nos la compliquemos todo el rato.

Hoy no me voy a enrollar, sólo quería compartir esto y dejaros una música pre-otoñal que le va bastante al asunto. ¿Y cuál es el asunto? Vivir siendo consciente de lo que se es, coherente con lo que se es y disfrutando de lo que se es. Ahí es ná. Sencillo, pero no siempre fácil.

Vuelvo al bueno de Stu Larsen para la ocasión. Le vi en directo justo antes de craneotomizarme, me lo llevé al quirófano, y funcionó, ya os lo conté por aquí... No le conozco, pero me da la impresión de que el chaval vive bastante acorde con lo que es y lo disfruta mucho. Y también creo que, por eso mismo, es un pequeño que será grande. De momento, sigue recorriendo el mundo con su guitarra y poco más. Ya es mucho. Os recomiendo de nuevo seguirle los pasos.

Os dejo también un tema de I am Kloot, no tanto por el tema sino por el vídeo, que me gusta y me parece bastante apropiado para este post (un poco plagio de Bill Viola, también).

Que los disfrutéis! Que os disfrutéis!

*** ah, a cuenta del título del post recuerdo un documental francés maravilloso: "Ser y tener". Una preciosidad de documental que os recomiendo y que, además, es buen ejemplo de cómo vivir acorde con lo que uno es (entre otras muchas cosas). Es de hace años y está colgado en youtube, así que está fácil. Vedlo y ya me contáis ;) 







jueves, 7 de agosto de 2014

... Y UNA BUENA DOSIS DE EELS

¿Cómo se rehabilita un oído? Es la pregunta que más me han hecho este último mes. Y la que me hacía yo misma hace dos meses, cuando me lo dijeron: tienes que hacer rehabilitación. ¿Del oído? ¿Einnn?... Pues sí. Ahora también, del oído. 

Tú oyes, sí, oyes todo con una claridad meridiana (no me gritéis, no hace falta ;), el problema empieza cuando caminas, o simplemente te mueves... y pierdes la horizontal. O sea, tu eje central se va de fiesta y sientes que te puedes caer en cualquier momento. (Lo llaman vértigos, y los hay de todos los tamaños y colores). Así que caminas con tooooda la atención puesta en cada paso. O sea, caminas como si fueras Neil Armstrong y acabaras de pisar la Luna... aunque sólo tú lo notas, es una sensación que va del oído al cerebro y del cerebro al oído, un camino interno, no hay nada visible que te delate en el mundo exterior. 

Nada delata tu condición de astronauta y, por ello mismo, nada la muestra. De ahí las preguntas: "pero entonces, el oído ¿te duele, no?". No.

Así que te pones a rehabilitar. A enseñarle al oído malo cómo tiene que interpretar las señales que le llegan del cerebro bueno (que en esto sí funciona bien, craneotomizado y todo, sabe lo que hace cuando camina). Y mientras rehabilitas, descubres una cosa: tu cerebro es majo y solidario. Resulta que si el oído no hace caso de lo que le dice (a ver, chaval, por aquí, no por ahí... venga, dale, que esto es llano...), el cerebro se pone manos a la obra y activa un mecanismo de compensación para corregir todo lo que el oído hace mal, para que cuando crees que te vas a caer, Neil, no te caigas. Y Neil lo se cae. No hasta ahora, al menos.

Así que en esas estamos, con un cerebro recién estrenado y, encima, haciéndole currar a destajo. Reeducando el cerebro, reeducando el oído... ¡y yo me lo quería perder! En fin. Pero todo este chorreo que os acabo de largar tiene su conexión musical, no creáis. Porque esto no te lo dicen los médicos, claro... ellos te ponen "deberes", ejercicios que tú haces obedientemente, no se paran a pensar si la música podría ayudar también en todo este proceso. Pero a estas alturas de la liga y de la vida, yo ya he aprendido que sí, que la música ayuda, y mucho, a curar cualquier tipo de dolencia física o psíquica.

Música, por ejemplo, como la de este tipo, que sabe bien de su poder curativo. Hace poco tuve la suerte de poder escucharle en directo, mientras apuraba mi última medicación post-quirúrgica (bonito eufemismo para el pastillazo que te atizan contra los chispazos cerebrales indeseados en un cerebro recién craneotomizado... ¿os imagináis un chispazo indeseado en pleno concierto de Eels?... ya, yo tampoco; él seguro que sí). Fue un gran momento, un gran concierto. Grandísimo hombre -y grandísima banda- que nos hizo felices durante dos horas. Es complicado elegir sólo algunos temas para compartir por aquí. Pero lo voy a intentar. El resto corre de vuestra cuenta ;)

Escuchad con el oído y con el cerebro, con el cerebro y con el oído. Ellos saben cómo hacer. Y si uno no sabe, ya sabéis... el otro le ayuda. Somos pura compensación. Somos mucho más de lo que creemos que somos. No hay más que romperse un poco para descubrirlo. De esto también sabe mucho nuestro amigo E. Con él, con ellos, os dejo por hoy... Musicoterapia de la buena.











jueves, 17 de julio de 2014

THE REAL THING

¿Cuánta realidad hay en las redes? ¿Qué realidad es la que mostramos? ¿La de las redes (2.0) y la real (1.0) van de la mano, se tocan en algún punto o son paralelas?

Por realidad me refiero a lo tangible, palpable, que se puede ver mirando con y a los ojos, tocar con las manos, sentir, disfrutar, oler, doler... y así. No hablo de si lo que se muestra en las redes es más o menos verdad o más o menos impostura, sino de en qué dimensión nos movemos cuando nos mostramos en ellas, desde dónde nos mostramos y qué es lo que "realmente" mostramos. 

Vivimos una especie de "muestro, luego existo". Pseudorealidades virtuales que mostramos como reales, en el acuerdo tácito al que hemos llegado de que lo son y hay que otorgarles ese valor. Pero no somos tontos (algunos sí, pero pocos), todos sabemos que en las redes -como en la vida- hay teatro, y que los personajes no siempre son la persona. No toda la persona, vamos... y en algunos casos, nunca: son otra.

La realidad de las redes, como la real, tiende a mostrar la cara amable del que muestra y de lo que muestra. Mostramos, y compartimos, cosas o momentos bellos, agradables, estimulantes... y cuanto más les guste a los demás lo que nos gusta a nosotros, mejor. ¿Triunfaría, por ejemplo, un Instagram para compartir miserias? ¿Colgar lo que no te gusta de tu realidad y que otros a los que tampoco les guste le dieran todo el rato al "no me gusta"? ¿Se celebrarían los nomegusta como se celebran los megusta o nos hundiríamos en la más absoluta de las miserias? "Ohhhhhhhhhhhh... 103 nomegusta, nonononooooooooooooo!!!!!"

Porque en lo real, en la realidad fuera de las redes, en lo que "no se muestra, pero existe" ocurre así todo el rato: un poco de megusta y otro poco de nomegusta, todo va y viene en pequeñas dosis por lo general... aunque a ratos, domine claramente el megusta o el nomegusta. Según los momentos.

Yo no tengo respuesta a estas preguntas, sólo sé que este mundo 2.0 que nos hemos montado cada vez me genera más dudas y me interesa menos. Desde hace algún tiempo ya... aunque ahí sigo, mientras voy despejando mis dudas: mostrando y compartiendo como la que más. Pienso, dudo, observo, me muestro, me pregunto... luego existo. 

Y sé que si un día dejamos de mostrarnos tanto, seguiremos existiendo. Intuyo que quizá mejor, que la realidad volverá a ser más real... pero, de momento, sólo tengo dudas y preguntas. De momento, aquí seguimos.








sábado, 12 de julio de 2014

QUE LA VIDA IBA EN SERIO, QUE SÍ

"Eres muy valiente", te dicen. Y tú lo agradeces, pero sabes que no es verdad. No del todo. Fuiste valiente, pero ya no lo eres tanto. La ignorancia nos hace valientes. No saber nos convierte en ingenuos y atrevidos. Ay, la felicidad de no saber… la necesidad de no saber, de hecho, para poder afrontar ciertas cosas con ánimo y valentía. Pero ay… lo irreversible de saber. Cuando sabes, ya no hay marcha atrás. No puedes desconocer lo que ya conoces. Y yo ahora ya sé cosas que no sabía. Y me siento más frágil y vulnerable que en toda mi vida.

Es cierto que nunca fui miedosa (salvo a algunas cosas… como Rajoy). Ahora sí, o al menos un poco más. Y los de ahora son miedos raros, nuevos, a cosas pequeñas y cotidianas (que no confesaré en este blog). Pero es que ahora es todo pequeño. Y grande a la vez. Cada paso pequeño forma parte de uno grande, aunque en el momento no siempre nos demos cuenta. La vida se construye a cada paso. Y se destruye igual: a cada paso. Somos la suma de nuestros pequeños pasos. Y cada paso cuenta. Porque los grandes cambios siempre llegan caminando despacio, después de muchos pequeños pasos... de los que a veces no somos ni conscientes.

Mientras caminamos, además, vivimos al revés, dando por hecho que la vida es estar bien, que “lo normal” es estar bien, sano… cuando eso es lo raro precisamente, que la compleja máquina que somos funcione más o menos bien cada día. Viendo un cerebro por dentro resulta casi imposible de entender. Es increíble, una maravilla. Pero más increíble es que lo demos por hecho, que nos parezca “lo normal”. No. Lo normal es que te pasen cosas, lo normal al estar vivo es morirse en algún momento (más pronto que tarde, si nos parásemos a mirar las vidas que llevamos…). Va en el pack: tan “normal” (habitual, frecuente y natural) es vivir como morir. Pero la segunda parte, a veces, se nos olvida. Mejor dicho, para poder vivir sin la ansiedad –añadida- que supondría tener presente todo el tiempo que uno se puede morir… preferimos olvidar, vivir como si no hubiera muerte. Y ahora mismo no se me ocurre nada tan absurdo como eso. Somos una especie absurda. Maravillosa y absurda a la vez.

En este camino maravilloso y absurdo, yo ahora voy más despacio, por exigencias del guión. Y al caminar más despacio, se ven más claras algunas cosas que hemos ido olvidando, en el afán por escapar… Hay una muy sencilla (pero nada fácil de cumplir, en la práctica): no correr. Parar y recuperar lo esencial, que es muy poco.

Es muy poco... e incluye morir. Saberse vivo y (potencialmente) muerto a la vez. Y, por ello, más vivo todavía.

No sé qué música podría acompañar este post tan poco musical que os acabo de largar... creo que le puede ir bien este viejo hit de los 70 que tantos buenos momentos nos ha dado (y nos dará), de cuando todavía no sabíamos tanto, de cuando parecía que la vida era eterna... "Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde", decía Gil de Biedma cuando le leíamos tan jóvenes, sin entender realmente de lo que nos estaba advirtiendo. Un temazo de cuando parecía que la vida era eterna y podíamos pasarla bailando sin más. Ahora también bailamos, pero sabiendo que hay más. Mucho más.

Subid el volumen y que vivan los Bee Gees!!! (por cierto, dos de los tres ya están muertos...).






domingo, 29 de junio de 2014

A LA VIDA Y A TODOS LOS QUE LA VIVEN CONMIGO...

María, Antonio, Guille, Javier, Carmen, Marta, Jorge, Edurne, Ane, Edu, Gonza, Yolanda, Andrea, Isa, Gloria, Suber, Ana, Peio, Álex, Barbarita, Isa, Carlos, Guillermo, Oskar, Sole, Fer, Silvia, Clemente, Jesús, Norbi, Victoria, Hilario, Urko, David, Antonio, Jaime, Pablo, Valver, Agus, Manu... No están todos los que son, estoy segura, pero sí son todos los que están, de eso también estoy segura. Para no dejarme a nadie necesitaría días (tal y como va mi nueva -y temporal- memoria a pedales), pero esto quiero escribirlo ya. 

Se cumplen dos meses de la "feliz craneotomización" y quiero decir una cosa. Otra vez. Pero con música. 

A todos... GRACIAS :) 

Por estar. 
Por querer.
Por querer estar.
Porque la vida es juntos o no es.







miércoles, 28 de mayo de 2014

ESTADO TRANSITORIO, ESTO ES

Todo dura un rato. Hablar. Caminar. Escribir. Leer. Pensar. Cuando la cabeza está recién frita (cerebrofritismo lo llaman) todo dura sólo un rato. Todo... menos la música. Curiosamente (o no), escuchar música es la única actividad que un cerebro craneotomizado (el mío, al menos) soporta durante más de dos horas sin esfuerzo, sin necesidad de parar, descansar y desenchufarse. 

En esas estamos. Y en esas, escuchamos.

En esta vida reposada y "dearatos" que me han prescrito estoy retomando a viejos (y casi olvidados) amigos, como Wim Mertens. Tan sufriente como elegante, el viejo Wim y sus lamentos en forma de gorgoritos varios me siguen reconfortando en momentos de flojera física (no anímica, de momento... ahí seguimos!). Con cualquiera de sus discazos: Motives for Writing, Stratégie de la Rupture, Jérémiades, Struggle for Pleasure...



Y junto a Wim, más viejos amigos... amigas, en este caso. Mujeres de elegancia natural y vocal, mujeres con voces que, si no existieran, habría que inventarlas. Para escucharlas en bucle también estos días: Beth Gibbons (ex Portishead), Natalie Merchant (ex 10.000 Maniacs). Ahí van algunos ejemplos de esto que digo, temazos que derriten neuronas y activan endorfinas en la misma medida. Paz.




Estos temas de Beth son viejos, de Out of Season, un ábum maravilloso que grabó en 2002 con Paul Webb (ex bajista de Talk Talk reconvertido para la ocasión en Rustin Man). Los de Natalie son de ahora, de su sexto álbum en solitario, recién salido de cocina. Álbum homónimo y el primero con material nuevo en 13 años, desde aquella joya llamada Motherland. Desde aquella joya, por cierto, Natalie (que hoy tiene 50) se casó, tuvo una hija y se divorció. De ahí los 13 años, supongo. La vida.



Hablando de la vida, de los 40, los 50... -ay qué tos más tonta-... estas décadas por las que andamos ya (unos llegando, otros a punto de llegar, otros marchando), decía un amigo de un amigo el otro día que la cosa está en sobrevivir. Sobrevivir a los 40 y sus achaques, a las facturas que se empieza a cobrar la vida por el mero hecho de haber llegado vivo hasta aquí (muy vivo). Y llegar vivito y coleando a los 50, decía. Porque entonces, ya sí, serás capaz de tirar hasa los 90 y más allá. O, al menos, te lanzarás más fuerte a esa segunda temporada que arranca ahora. 

Entre los 40 y los 50, decía -y yo lo suscribo-, parece que o te mueres o te reinicias. Y como aquí seguimos de momento... y de momento más vivos que nunca, toca reiniciar. Reiniciarse. Por eso hoy os regalo también este precioso tema de Bright Eyes. Creo que ellos ya son replicantes (ya los colgué en otro post), pero es de esos temas que se pueden escuchar una y otra vez sin temor a hartarse y tirarse por la ventana (si acaso lo contrario... saltar por la puerta y echarse a bailar a las calles). Así que ahí va, por segunda vez, y esta es la buena: This is the first day of my life.


Hoy se cumple un mes de la craneotomización, y puedo decir que no todo todo toooodo lo que ha venido después es tan tan taaaan bueno. Resulta que la cosa tenía sus cosillas, pero esas no te las cuentan -o no las saben- previamente, las descubres sobre la marcha. Aunque afortunadamente, también los efectos (directos o colaterales) de que un tipo te abra la cabeza, te la manipule (con cariño y para bien, eso sí) y la vuelva a cerrar como si nada (después se fue a casa tan pichi, supongo, a cenar y a dormir) también duran sólo un rato. Más largo, pero un rato. 

La cosa marcha, en cualquier caso, y parece que en este momento todo es transitorio. Todo dura un rato, y en ese rato -mientras estamos, nos recuperamos y nos reiniciamos- hay una cosa que, seguro, seguiremos haciendo por aquí: musicalizar la vida tanto como podamos. Que podemos! ;) 

 

lunes, 12 de mayo de 2014

LA REALIDAD VA POR LIBRE. EL MIEDO TAMBIÉN

- Tres kilos de peras, dos de tomates... mmmm, a ver... un par de limones, un aguacate... y un tumor cerebral.
- ¿Con miedo o sin miedo?
- Sin miedo, por favor.

Podría ser una secuencia absurda de cualquier peli de los Coen... pero más o menos ocurrió así. El tumor llegó sin hacer ruido, sin estridencias, con la misma naturalidad que uno baja a la compra cualquier día y sube con la fruta. Sin ruido, sin aviso, sin dolor.

Porque la realidad va por libre. Siempre. Aunque a veces se nos olvide.

Y es toda una lección de humildad que, de vez en cuando, te ponga en su sitio.

Escribo desde que tengo uso de razón... desde antes, incluso, desde que empecé a no entender, a buscar, a cuestionar, a intentar comprender el mundo y comprenderme. Es mi forma de estar por aquí, de contar y de contarme. Desde hace unos años, además, a través de este blog (supuestamente -aunque cada vez menos- musical). Y este post, que normalmente me llevaría una horilla, está durando ya unos cuantos días... Lo dicho. La realidad. Va por libre.

Confieso que a ratos (los menos) me desespera. Y a otros ratos (los más) hasta lo agradezco. Toca reaprender, reejercitar, reubicar, recordar... o directamente -sin "re"- descubrir, aprender de cero como si fuera nuevo. Todo menos aburrirse. Bien. Está bien. 

No ha sido miedo. Han sido muchas fases, pero ninguna miedo. Del mosqueo de ese primer "no se descarta lesión tumoral" al desconcierto -necesito más opiniones-. De la negación de la realidad -¿cómo voy a tener un tumor yo?????- a la relativización... -bueno, bah, dicen que parece benigno y pequeño en cualquier caso-. De ahí a la confirmación y reconfirmación de la evidencia (cinco neurocirujanos en mes y medio). Y entonces, ya sí: el susto primero y el cabreo después. Pero nunca miedo, quizá porque el tendero me hizo caso... quizá porque el miedo también es libre: de irse o de quedarse. Y eligió irse.

Descubrirte sin miedo es algo con lo que no cuentas en estos casos. Pero ha ocurrido. Y ha sido sólo la primera cosa buena que me ha traido todo esto. El susto y el pequeño desconcierto duran hasta que tomas la decisión -craneotomía se llama, abrir la cabeza en canal, vamos... y extirpar al intruso-. Y la tomas porque, básicamente, no parece que haya otra. "Esperar y ver", responden todos cuando preguntas si habría plan B... "porque de momento estás asintomática, esto ha sido un hallazgo casual, has tenido mucha suerte". Pero pregunto y resulta que lo de "ver" incluye despertarte cualquier día de aquí a dos años con bonitas crisis epilépticas o "casi ciega" (literal), así que no, "esperar y ver" no parece la opción más inteligente (nunca fui mucho de eso, además... "si hay que ir, vaise!!!"). 

Entonces, ya con una bonita creneotomización por delante, una fecha increíblemente cercana (viva la sanidad pública, sí, pero joder qué afortunados -y qué injusto también- quienes además podemos pagarnos un seguro que convierte los meses en semanas, los días en horas, la agonía en un paseo...) y un neurocirujano de esos de manos grandes que te cogen la tuya con fuerza y te dicen "tranquila, que esto es una cosa pequeña"... tu cuerpo empieza a ir por libre: comes más, pero adelgazas todo el rato, duermes sorprendentemente bien, dejas de darle vueltas a las cosas cotidianas que antes te provocaban insomnio... y no, lo esperas pero no llega, aparentemente sigue sin haber miedo. 

Están los de siempre: a las arañas, a las alturas, a la gente que habla mucho, a atravesar el túnel del Huerna... pero al tumor, nada. A ratos te lo repites incluso, como si fuera una obligación que te estás saltando: "estoy cagada". Y se lo dices a tus amigos, también, pero es más para convencerte de que es lo que debería de ser que por otra cosa. Y porque ves que ellos sí lo tienen. Tu familia, tus amigos... todos lo disimulan, pero se lo notas: tienen miedo. Así que tú no puedes estar ahí tan pichi a su lado... so inconsciente!!!

Pero llega el día, y así, tan pichi, te llevan al quirófano (previo pastillazo atizado antes de bajar para que entres en boxes ya casi grogui... gracias majos!). "Hombre, hola otra vez!" recuerdas vagamente a un tío sonriente al que ya has visto antes -el anestesista que te hizo el preoperatorio-. Mientras te saluda te pone una mascarilla... "Hombre, holaaaaaaaaa!", quieres decir algo más pero nada, fundido a negro (o blanco, o verde, no sabría decir...) y ni un sólo recuerdo más. ¡Resulta increíble pero sigo sin saber cómo es un quirófano! Y lo confieso: me da algo de rabia. Después de tres horas ahí dentro, resulta que no tengo ni un sólo maldito recuerdo, ni de la sala, ni de los médicos, ni de nada... como si esas tres horas no hubieran existido en mi vida, ni en el espacio ni en el tiempo. Ni un sólo dato que guardar para mis memorias de periodistilla craneotomizada, vaya. Nada.

A partir de ahí, todo lo que ha venido después -y ya parte de lo de antes- es bueno. 

Tan inmensamente bueno que no cabe en un post, claro. Estas semanas me he sentido más querida, arropada, cuidada, afortunada, agradecida y feliz que nunca. Feliz, sí. Feliz. Comprobando cada día, cada minuto, la suerte de tener gente increíble a tu lado todo el tiempo, porque sí, porque están, porque te quieren, porque les quieres... gente fuerte que te hace aún más fuerte, que te abrazan y confían, como tú les abrazas y confías, ya estén aquí al lado o a miles de kilómetros. Personas tan importantes para mi como el aire que respiro: mis dos familias, la que me tocó al nacer y la que elegí, la de los amigos, personas excepcionales que de pronto, y casi sin conocerse siquiera entre ellas, se covierten en una.

¿Cómo tener miedo así? ¿Cómo pensar siquiera que algo podía salir mal? Sonará soberbio quizá esto, y de nuevo inconsciente, pero la opción de que saliera mal nunca fue opción, nunca estuvo instalada en mi cabeza... o no quiso o no la dejamos o pasó de largo. Y como no quedaba otra, todo salió bien.

Prueba superada. Felizmente craneotomizada. Más feliz y más fuerte que antes de la apertura craneal, de hecho. Resiliencia, lo llaman. Y existe. Doy fe. 

Pero es que además mi suerte no acabó con la operación... porque el bicho ha resultado ser bueno. Un tumor, sí, pero aún no estaba en el bando de los malos (no le hemos dado tiempo, vamos, por lo que me explican los médicos). Así que doblemente afortunada vuelvo a casa y me reencuentro con mi vida. Que ya no es la misma. Todo es distinto. Y todo es mejor. Más complicadas algunas cosas, sí, nuevas, sorprendentes, cansadas... Todo es muy cansado todavía -¿sabéis lo que cansa pensar? sí, pensar- pero nunca, en ningún momento, aburrido.

La batalla está ganada, pero sólo han pasado dos semanas y la reconstrucción del puzle acaba de empezar. Ahora el camino es largo, y compruebo que más lento de lo que me gustaría -a ratos ufff, a ratos brrrrr, en general ommm- pero lo estoy asumiendo. El titular de los médicos es muy claro: todo va muy bien, todo está volviendo a su ser, a su lugar, pero hay que dejarle hacer (al cerebro), así que ante todo, paciencia. "No fuerces, no te pongas plazos" (con este post me he saltado un poco el consejo, vale, y lo acuso... pero lo necesitaba... "quien escribió lo sabe").

Por primera vez en mi vida toca estar. Sin más. Pero no por elección, como otras veces, durante un rato, por descansar, por puro hedonismo, por puro lujo... sino por obligación. Estar. "Tratar de que la actividad cerebral sea la menor posible" (sic). Porque resulta que pensar, hablar, escuchar, mirar, leer, escribir y todas esas cosas que hacemos cuando creemos -y decimos- que no estamos haciendo nada, son la caña para nuestro cerebro: algo así como correr la media maratón para una rodilla recién operada, me dicen. Yo nunca pensé que hablar... (o simplemente pensar!) pudiera cansar tanto, pero creedme, puede llegar a ser agotador.

Así que dicho todo esto, me voy a portar bien y voy a cerrar este post. Por mi salud cerebral y por la vuestra -si habéis llegado hasta aquí, tendréis el cerebro más frito que yo todavía-. Prometo nuevas entregas, más cortas y musicales. Esta me ha salido así, extra larga y sin pudor (algo de esa zona se me debieron llevar también con el tumor). Supongo que estoy tan contenta que necesitaba compartir todo esto por aquí también. Y bien mirado, es que ahora, además, soy un poco más replicante... ;) Pero la contención me sigue pareciendo una cualidad digna y necesaria en todo blog que se precie así que no temáis, en el futuro iremos más al grano (musical).

Gracias por leer, si habéis llegado hasta aquí. Y desde aquí, sobre todo, una cosa: carpediemizad. Todo el rato, sin miedo, sin pudor, a diestro y siniestro, de día y de noche: carpediemizad todo lo que podáis!!!!! Eso implica otra cosa, aviso: estar atento. Que nada de lo que pase a vuestro lado pase sin más. Pero a la vez, también, que todo pase y nada pese. Porque la vida, cuando no pesa, se vive mejor... 

- Tres kilos de peras, dos de tomates, un par de limones, un aguacate... y mmm, a ver... 
- ¿Algo más?
-  No, por hoy ya nada más.


































domingo, 13 de abril de 2014

STU WALK WITH ME

Stu Larsen, de los Larsen de toda la vida. Australiano, nómada. Una especie de Llewyn Davis de verdad, sin guión de los Coen detrás.


Él no lo sabe, pero va a ser muy importante para mi. Porque después de escucharle en directo, dentro de unos días, me meteré en un quirófano en una operación que no me apetece nada nada nada de nada. Y me llevaré su música conmigo. No dejan llevar cascos, vaya... así que tendré que escucharle atentamente en el concierto y memorizar cada tema en mi cabeza para poder activarlos después, en plena cirugía. Seguro que todo es mucho más suave con el bueno de Stu cantando ahí dentro. Hoy estoy calentando ya, entrenando mi cerebro para que vaya reteniendo... con temazos tan preciosos como este.


No tengo mucho más que decir hoy. Sólo que le escuchéis, porque es de esos tipos que te endulza la mañana, le escuches con fines terapéuticos o por puro placer. En el próximo post prometo contar la expriencia de meterme con un australiano cantando en un quirófano sin que se enteren. Eso es lo bueno de la música mental, que sólo la escuchas tú. Y, muchas veces, con eso basta. 

Como diría David Lynch... Stu walk with me.












sábado, 1 de marzo de 2014

FUIMOS PUNKIS (Y AHORA QUÉ)

"Madrid se escribe con V de Vigo". Corría el año 86. Iba a ser un "encuentro de movidas", un fin de semana de encuentro en Vigo entre la movida madrileña y la gallega. Pero resultó ser un desastre, el fin de la movida, de las movidas, la de Madrid y la de Vigo. Desde entonces, la movida es historia, nostalgia, mito. Yo era pequeña todavía, pero no tanto... crecí escuchándoles, y con el paso de los años valorando cada vez más ese espíritu macarra y provocador (y un poco anglosajón, por una vez) que se perdió para los restos entre tanta modernez impoluta y políticamente correcta. Corrían y corren malos tiempos para la lírica. Si en los 80 eran malos, hoy son muy malos. Muy. Rescatemos, pues, algo de aquellos.








Eran macarras, rebeldes, punkis... sin mensaje alguno, más por diversión que por cabreo (aunque la diversión, según en qué contexto, puede ser en sí misma el mensaje... y supongo que entonces, en este país recién resucitado, lo era). Pero también tenían ése toque ingenuo, libre y auténtico que ya es casi imposible de atisbar por estos lares.






No es este un post nostálgico sobre la movida. No podría serlo, porque no la viví más que de oídas (nunca mejor dicho). Pero sí un post nostálgico de otra forma de hacer las cosas, otra forma de estar y de pensar, más libre, más creativa (en el sentido literal de "crear", de hacer algo de la nada), menos conformista, menos cómoda. Y sobre todo, menos... mucho menos políticamente correcta. 







En realidad, este post nace del programón que se marcaron esta semana en "Ochéntame, la otra movida". Programón que hacen algunos de mis ex compañeros televisivos de otros tiempos. Grandes ex compañeros, grandes periodistas de cuando hacíamos buen periodismo en TV. Programón que ya he recomendado por Twitter un par de veces y que vuelvo a recomendar por aquí, si aún no lo vísteis: http://www.rtve.es/alacarta/videos/ochentame-otra-vez/ochentame-otra-vez-otra-movida/2420982/ De él rescato algunas citas que me gustaron sobre lo que fue aquello... esa movida que nadie sabe dónde carajo quedó.

Julián Hernández: "La idea era no caer en cursiladas ni en tópicos. El sentido del humor es una herramienta que sirve para contar cosas. No acaban de meterte en la cárcel del todo".

Jesús Ordovás: "Era incitar a la gente a hacer cosas. A pesar de no tener medios, de no saber".

Javier Ojeda: "Creíamos que nos íbamos a comer el mundo. Cada vez que íbamos a Madrid íbamos a montarla, pero cada vez un poco más gorda". 

Julián Hernández: "Que había coca, sí, pero a puñados ni de coña; sexo muy poco y muy malo; y rock and roll mucho, sí, es lo que suple todo, lo que rellenaba las carencias de todo lo demás. Lo nuestro en realidad era "pajas, tintorro y blues".

José Ignacio Lapido: "Joe Strummer nos decía que, contra viento y marea, lucháramos por mantener nuestra dignidad artística, más que por nuestros intereses comerciales. Y sí, nuestra carrera estuvo marcada por eso".

Germán Coppini. "Cuando hablan de movida y eso, es que me indigna. El trabajo sigue perteneciendo a los grupos y a la gente con ganas de hacer algo. En ningún momento ha habido ningún apoyo, el trabajo ha sido de los grupos. Ya es hora de exigir. Estos señores fariseos quieren sacar provecho absolutamente de todo, cuando no han hecho nada".

Teo Cardalda: "Nunca pensamos que la música llegaría a las cotas de miseria en que se encuentra ahora mismo".

Y no, a pesar de la nostalgia, cualquier tiempo pasado NO fue mejor. Pero en este en el que estamos, a ver si despertamoooooooooooosssssss!!! 






sábado, 25 de enero de 2014

DE SILENCIO, MÚSICA Y LOSERS (THANKS COEN)

Mi primer post en verde. Mi primer post en mi pequeño paraíso verde. La primera vez que quito la música en casa para escuchar los sonidos de la calle... una calle que aquí, suena a silencio. Un silencio que suena a pájaros y viento. Nada más. Y nada menos. Es la primera vez que prefiero los sonidos de la calle a mi cita musical del fin de semana con Toma Uno (lo siento Manolo, hoy te escucharé en diferido, tiraré de podcast cuando caiga la tarde). Porque cambié coches por pájaros, asfalto por árboles y ruido por silencio. Un feliz viaje de ida que sólo acaba de empezar...

Para el viaje, no obstante, siempre hace falta música, y hoy sé cuál voy a escuchar. Porque anoche descubrí a un actorazo que, además, es musicazo. Oscar Isaac se llama, o Llewyn Davis, como queráis. Un grande al que llego por otros grandes: los hermanos Coen. Si aún no vísteis la peli, corred a verla. Si ya la vísteis y os gustó la música tanto como a mi, poneros cómodos y dadle a play. Esta, por ejemplo, es deliciosa... un temazo en el que, seguro, os sonará a conocida otra voz... de otro tipo que ya tiene su post replicante por aquí, hace tiempo.



Sí, es Marcus Mumford, y que cante a dúo este tema con Oscar Isaac no es casual, es que el tipo tiene mucho papel en esta peli. Él es el productor musical, junto con T-Bone Burnett, y eso ya casi lo dice todo (el otro casi se lo dejamos a la fe ciega en el buen gusto musical de los Coen). Mumford es, además, marido de la actriz Carey Mulligan, que también canta en la película como pareja musical de Justin Timberlake. Jim & Jean nos regalan un precioso temazo folkie, y su actuación nos deja una de las frases memorables de la peli: "la mitad de los tipos que vienen a ver a Jim & Jean vienen porque quieren tirarse a Jean... la otra mitad, porque quieren tirarse a Jim". 



Creo que los Coen no me pueden gustar más. Aunque su estilo agridulce sea esta vez mucho más "agri" que "dulce", aunque esta vez les cueste redimir (no se salva ni el gato, joder!), su humor negro negrísimo y su capacidad para reirse y hacerme reir en las situaciones más absurdamente desesperadas, hasta patéticas, es impagable. Como ejemplo, el dudoso temazo que, literalmente, me hizo saltar las lágrimas (y del asiento) en esta película. Hay que escucharlo y también verlo, no tiene desperdicio. 


Llewyn Davis es un loser en toda regla, sí. Pero benditos los losers que habitan este mundo. Como cierre de post, os dejo otro diálogo que se me quedó clavado, porque lo clavan.

- "Mira, Llewyn, en la vida hay dos tipos de personas: los fracasados y..." 
- "Sí, los fracasados y... los que dividen el mundo en dos tipos de personas". 

No hay mucho más que decir. Los Coen no redimen esta vez. Ni falta que hace. La peli acaba como empieza, porque la vida de Llewyn es un bucle desastroso y sin sentido, por mucho que intente una y otra vez salir de él. No le redimen pero consiguen algo mejor: que el tipo te resulte cercano, familiar y hasta entrañable (yo también le dejaría mi sofá). Porque todos sabemos que, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos sentido, nos podemos sentir o nos sentiremos como Llewyn Davis. Una vez más, thanks Coen por la lucidez... !