martes, 22 de diciembre de 2015

PORQUE LAS COSAS CAMBIAN...

El momento era ahora. Y vaya si lo ha sido. 

Hay una segunda transición en marcha desde hace tiempo y los resultados de estas elecciones demuestran está ahí para quedarse. La lidera nuestra generación -suponiendo que seáis de la mía-, gente de entre 35 y 45 años, personas que nacieron con el cambio de régimen en este país y que ahora están protagonizando un cambio de época. Que ya tocaba.

Miedo, ninguno. Ilusión, toda. Incertidumbre, mucha. No pasa nada. Y puede pasar de todo.

Vivimos en un "veremos" constante desde hace ya algún tiempo... y lo de ayer no ha hecho más que confirmarlo. Con la vieja política revolviéndose en sus asientos mientras les sacuden las alfombras bajo sus pies. Estupefactos, incrédulos (esto no está pasando... esto no me está pasando a mi), soberbios, temerosos... hasta que no les ha quedado otra que abrir un poco más los ojos y vernos delante. Ver a toda esa gente, ciudadanos sin más -ni menos- que llevábamos tiempo avisando: que ya está bien, que hasta aquí hemos llegado. Hace ya cuatro años que nos plantamos, que dijimos "basta", pero todos los procesos de cambio tardan en cuajar. Ahora ha cuajado, por fin, y se nota: está empezando a correr el aire. 

Toca respirar, coger aire y volver a respirar. Y mientras, caminar. En el camino, algunos se perderán, otros se irán, otros no llegarán. Pero para todos, será bueno. Incluso para los que hoy tienen miedo. Nada mejor que un país obligado a hablar, a escucharse, a entenderse, a ceder, a pactar. En un país tan poco acostumbrado, últimamente, a todo eso. Ya era hora. 

Ayer asistimos al nacimiento de un país nuevo. Porque nueve millones de personas apostamos por ello. El resultado es incierto, ingobernable, caótico, imposible, dicen... Ya. Pero ha sido toda una lección de madurez de la sociedad. Una lección de la sociedad a los políticos que, pase lo que pase ahora y gobierne quien gobierne finalmente, es de suponer que habrán tomado nota. De lo que queremos y lo que no. De que no somos los mismos que hace 40 años y no queremos lo mismo. El cambio está en marcha y es irreversible. Incluso aunque tuviéramos que volver a votar en un par de meses... incluso aunque, en ese caso, el bipartidismo se hiciera fuerte otra vez... esto queda, y ya nada será lo mismo. 

Pasen y pacten. Pasen y escuchen, dialoguen, discutan, cedan, entiendan y entiéndanse. Porque las cosas cambian (y no estamos aquí de visita, no). 

Feliz año nuevo, en este nuevo país.





domingo, 11 de octubre de 2015

DE MUJERES, HOMBRES Y CAUSALIDADES

Mujeres que llevan a hombres. Hombres que llevan a mujeres. Que vuelven a esos hombres. Con otras mujeres. Con las mismas. Con ninguna. Con todas. Hombres. Mujeres. 

Desubrí el disco de Coque Malla el otro día, por casualidad (o por causalidad, mejor dicho... todo es causal, poco es casual). Buscando la voz de una mujer que quería explorar porque apenas conocía... Vilma, la cantante de Vilma y Los Señores. La viva imagen de una frágil fortaleza: frágil por dentro, fuerte por fuera, inquietante siempre. Aquí la tenéis. 



Escuchaba y exploraba, con los oídos y el corazón bien abiertos (como se debe escuchar a cualquier músico que se precie), cuando me apareció delante este precioso tema de Vilma con Coque Malla.


Esto supuso el comienzo de otro descubrimiento. Llevaba un buen rato escuchando a Vilma y Los Señores, que ya se habían ganado mi corazón y mis oídos, así que decidí seguir explorando... y seguí con él. Nada que ver, por cierto, este hombre de 46 años, elegante y atractivo, con el Coque Malla macarra que recordaba yo de Los Ronaldos. Un musicazo. Así que escuché y escuché (como el lobo con las casas de Los Tres Cerditos, sí) y cada tema me gustaba más que el anterior. Aquí os dejo mis favoritos... todos del mismo disco, "Mujeres", un álbum de hace un año en el que Coque se hizo acompañar de diez cantantes y actrices que ponen voz a canciones suyas. Juntos revisitan algunos de sus temas, que hablan de su relación con las mujeres, y el resultado es una auténtica delicia. Si no lo conocéis, escuchad, que os hará bien... (si lo conocéis, también).






Pero la cosa no acabó ahí. Porque esto de las exploraciones musicales puede convertirse en un camino sin fin, si te dejas... y yo suelo dejarme. Pasaron las horas y de Coque Malla fui saltando a otros músicos, pero aún los estoy explorando y darían para otro post, así que voy a ir cerrando este. Lo acabo con una confesión: escucho música española y me gusta. Y no, no me refiero a Nacho Vegas ni a Bunbury, mis dos músicos patrios imprescindibles -y casi únicos hasta ahora-, que ya tienen su lugar en este blog. 

Escuchar música española, que me guste, es algo nuevo en mi vida... pero esto es algo que no sólo me está ocurriendo con la música. Muchas cosas son nuevas en mi vida de un tiempo a esta parte. ¿Casual? No, causal. Pero quién me lo iba a decir. Cuando más crees que tienes tu vida encauzada, que has cogido las riendas... es la vida la que da un volanzato y te sugiere: "por aquí". Y tú vas. Porque siempre te fías de tu intuición. Porque quieres ir. Y porque yendo te sientes bien. Contenta. Tranquila.

Y un día, sin darte cuenta, además te descubres cantando... en español. Por qué no???... 


*** este post, y el descubrimiento de Vilma, se lo debo a una buena amiga, también musicadicta, a la que podéis visitar aquí: http://comunicacion5sentidos.es/ Gracias Glo!!! ;)













lunes, 24 de agosto de 2015

CUATRO AÑOS DE MÚSICA Y UN BOSQUE PARA ESCUCHAR

Dame un bosque y búscame ahí.

Un bosque. Árboles. Verde alrededor. Vida verde. Y paz. Mucha vida. Mucha paz.

Hace ahora cuatro años que abrí este blog. Para hablar de música. Para compartirla, mejor dicho... algo que entonces ya llevaba tiempo haciendo a través de Twitter, con el "cada día una canción". Era agosto de 2011. Entonces yo no tenía bosque. Vivía rodeada de asfalto, con árboles cerca, sí, pero mi vida estaba en la ciudad. Cuatro años después, vivo rodeada de árboles (no es un bosque, pero hacen la misma función), con menos asfalto, menos ruido y menos prisa que antes. Vivo mejor.

Pero en esta vida mejor, más tranquila, verde y conectada con la naturaleza, también ha cambiado una cosa: escucho menos música que antes. Puede que tenga algo que ver o no, no lo sé... pero el hecho es que desde que escucho pájaros en casa a diario, pongo menos música. Esto es así.

No sé si vale como excusa para justificar que no haya publicado post en varios meses... pero cuando pienso en los motivos, encuentro este. Y pocos más. Sigo escuchando y descubriendo músicas nuevas, claro, aunque con mucha menos frecuencia que antes. Pero cumplimos cuatro años y no hay excusa que valga, así que aquí os dejo alguno de mis últimos temazos descubiertos... la mayoría, por cierto, se los debo a la serie "The Affair". Nunca vi unos créditos con tan buena selección musical. 

De Richard Buckner no sabía nada, pero ya lo estoy explorando y merece la pena. De Boat Beam había oído algo, pero gracias a este temazo ahora las escucho más. De Palma Violets os recomiendo, sobre todo, que veáis el vídeo, un plano secuencia magistral.




Además, quiero rescatar al tipo con el que abrí el blog: mi querido William Fitzsimmons. Desde entonces hasta ahora ha sacado otros dos discos. Sigue siendo igual de melancólico e igual de calvo, pero también igual de bueno. Aquí os dejo uno de sus últimos temas... una delicia para los oídos.


Estos cuatro años de blog son tan míos como de todos los replicantes que habéis pasado, pasáis o pasaréis por aquí a escuchar... así que, a todos, felicidades y gracias por estar al otro lado!!! :)




domingo, 26 de abril de 2015

TIM, URDANGARÍN, EL BOTELLÍN

Puede que un día tenga nietos. Puede que no. Pero, si los tengo, esta será una de esas "historias que los nietos deberían saber" (plagiando a mi querido Mr. E). Hay muchas otras, mucho mejores, pero esta viene a cuento por aquí porque es de música y, no sé por qué, estos días vuelvo a escucharles mucho y recuerdo ése momento. El momento en que uno de mis dientes quedó mellado para siempre. Por su culpa. La de los Charlatans.

Corría el año 2009. Estábamos en Washington. Buscábamos conciertos y resultó que tocaban The Charlatans en un buen garito de la ciudad: The Black Cat. Planazo. Así que allí estábamos, escuchando a Tim Burgess y su banda unos cuantos amigos de aquí y de allá, que nos reunimos esa noche. Entre ellos, por cierto, alguno muy cercano entonces a la familia Urdangarín (nunca pensé que escribiría este nombre en este blog), antes de que supiéramos que el hoy cuñao por antonomasia andaba metido en tantos fregaos. 

En aquellos días, el rey era rey, la infanta era infanta, vivía en Washington con Urdangarín y apenas se hablaba de ellos. Todos bebíamos y bailábamos aquella noche, ignorantes y felices, en un garito de la ciudad. 

Los de Manchester enlazaban un temazo tras otro y, casi al mismo ritmo, nosotros enlazábamos una birra tras otra. Y en una de esas (la segunda... lo matizo para que no penséis que lo que viene es consecuencia del alcohol), de pronto, clic -bueno, no sé cómo sonó realmente, no lo oí-. Noté algo raro en uno de mis, hasta entonces, hermosos paletos. Fui al baño y, efectivamente, algo raro había pasado: ya no era plano. Estaba mellado. ¿Por un botellín? Sí, por un mísero botellín, que ni siquiera era cerveza patria (con un tercio de Mahou nunca habría ocurrido esto, pensé...).  

Para ser exactos, tendría que decir que fue por un salto con un botellín, lo que viene a decir, por extensión, que fue por culpa de Tim.

Vale, no era gran cosa, apenas se notaba (ellos no se dieron cuenta, siguieron tocando como si nada), pero yo sabía que ya no era la misma: siempre habría un antes y un después de aquel concierto y aquel traidor botellín en mi vida. La cosa nos dio para unas risas, pero para mi ya no era un concierto más. Tenía que hacer algo. Así que al acabar, con mi boca mellada, hice lo que toda grupie que se precie suele hacer (y yo nunca había hecho, por cierto): subir al escenario y arrebatarle la playlist de las manos al batería (la tenía él, no sé por qué). Le di las gracias por el conciertazo memorable estrenando sonrisa mellada y me volví con mis amigos. Desde entonces, ésa playlist cuelga de la pared de mi baño. En el baño, sí. Cuando me lavo los dientes y veo el paleto mellado para el resto de mis días, miro a la pared y recuerdo el concierto, y el momento clic, y me río. Y últimamente, me vuelvo a poner alguno de sus temazos. 

Y confieso que me divierte que mi diente mellado, los Charlatans, el Black Cat, aquel botellín, mis amigos y Urdangarín compartan historia. Y desde hoy, también, un post en este blog.









domingo, 5 de abril de 2015

PLÁCIDO ESTADO PRIMAVERAL

Son días de placidez. De sol que calienta pero no quema, de plantas y árboles que echan sus primeros brotes, de pájaros que se alegran del sol y de los brotes, de humanos que nos contagiamos del buen rollo de los pájaros, los árboles y el sol.

Son días de primavera, que en Madrid duran poco pero se aprovechan mucho. El sol se viene arriba enseguida y empieza a quemar, pero antes de que eso ocurra da tiempo a disfrutar de esta placidez, de los días suaves, templados y en calma, mientras la vida vuelve a nacer (que esta es la verdadera resurrección, por cierto, la de la naturaleza en primavera... y para esta, además, no hace falta fe ciega, la ves cada día).

Para estos días -como para todos- hay una música que acompaña bien. No es nueva, pero la estoy recuperando y vuelve a ir conmigo a todas partes. El tipo se llama Benjamin Francis Leftwich, es británico, tiene 25 años y sólo un disco de momento, pero vale por mil. Porque "Last Smoke Before the Snowstorm", publicado en 2011, tiene temas tan preciosos como estos.




Él cita como influencias a Ryan Adams, Arcade Fire o Bruce Springsteen (???). A mi me recuerda mucho más a la música de Bon Iver, Alexi Murdoch, Damien Rice o Josh Rouse, por ejemplo (a una mezcla de todos ellos). Pero bueno, él sabrá. Os regalo otro tema más, pero lo que os recomiendo es que escuchéis el disco entero, que es una joya y funciona perfectamente como si fuera un único tema de una hora. A ver si conseguimos que el chavalín se de una vuelta por estos lares, sería precioso poder escucharle en directo. De momento, dejaros acariciar un rato por el sol y por su música, que en realidad son parte de lo mismo: el plácido estado primaveral.

"I've got a plan, I've got an atlas in my hands." Quién no ha sentido eso alguna vez... 






domingo, 8 de febrero de 2015

ISLANDIA PARA VOLVER, PARA QUEDARSE, PARA ESCUCHAR

Echar de menos los colores. Nunca antes me había pasado.

Después de varios días rodeada de blanco por todas partes (la carretera, la nieve, el hielo, el cielo, el mar congelado...), de pronto me di cuenta de que necesitaba ver colores, me descubrí buscando el verde, el rojo, el azul (que a veces, aparecían y desaparecían fugazmente en un tejado, en el horizonte, a lo lejos). Aunque reconozco que la búsqueda duraba apenas unos minutos y quedaba totalmente eclipsada por lo que tenía delante de mis ojos. Lo que fuera. Blanco, sí, siempre blanco, pero tan impactante que hacía que los colores se me volvieran a olvidar.

Islandia en invierno es un país en blanco y negro. Me lo dijo un islandés, y tenía razón.

Fuera de Reikiavik, si uno se echa a la carretera (literalmente LA carretera, sólo hay una, que rodea toda la isla) todo es blanco alrededor, excepto las huellas negras que dejan la lava y la ceniza que se alternan de cuando en cuando. Un paisaje tan bello como inhóspito, magnético, impactante, desolador, extraño, marciano, único. Me alegro mucho de haber ido en invierno... aunque creo que cuando vuelva, volveré en verano. Tiene que ser (y esto también nos lo confirmaron los islandeses) como viajar a otro país. Nada que ver.

Y estoy segura de que volveré. 

Ya. Esto ya lo he dicho antes, al volver de otros lugares que me han apasionado (mis amigos se ríen cuando lo digo... ;) pero esta vez es distinto: nunca he estado tan segura de que volveré a algún lugar como lo estoy con Islandia. Lo único que dudo es cuándo... y si volveré como turista, otra vez, o para quedarme.

No hay ruido, no hay tráfico, no hay contaminación, nadie corre, nadie grita... pero es un país absolutamente vivo y que contagia ganas de vivirlo. La naturaleza es extraña y extrema, auténtica, pura, no estamos acostumbrados aquí a esa pureza ni esas dimensiones. Ni mucho menos a ese vacío, a ese silencio... sobre todo el silencio, que a la vez acongoja y reconforta. En Islandia me he sentido pequeña y grande a la vez, nada y todo. Caminaba por un glaciar nevado, en un inmenso silencio blanco, y no podía sentirme más sola y a la vez integrada con todo lo que me rodeaba. Feliz.

Pero no es sólo el lugar. Porque un lugar no es nada sin los que lo habitan. No es que en Islandia lo habiten muchos: apenas 300.000 humanos, unos cuantos zorros árticos, focas, frailecillos, agunos perros y gatos urbanos, miles de caballos... y poco más. Suficiente. Tienen suerte.

Porque todos viven muy bien con todos. La cosa funciona, pero para todos: humanos, animales, glaciares y volcanes (estos se enfadan de vez en cuando, pero mientras no se enfadan el equilibrio es asombroso). Admirable y envidiable país de gente libre, tranquila, hedonista y sin complejos.

Con un potente adn vikingo (sobre todo ellos) y una mezcla curiosa entre nórdicos y yankis, los islandeses son gente abierta, hospitalaria, alegre y cosmopolita. Reikiavik es un pueblo: casas bajas, calles pequeñas, pocos coches, distancias fáciles de caminar, ritmo pausado... aunque esto vale sólo si hablamos de logística. Porque su espíritu es urbano, abierto y cosmopolita, mucho más cosmopolita que el de muchas ciudades españolas (empezando por la mía, Coruña, que tiene muchos más habitantes...).

En medio de todo esto, el panorama musical (y vuelvo al blog, ya vuelvo... ;) es increíble, dado su tamaño y su población. Mientras escribo este post escucho en bucle a Sigur Rós y Ólafur Arnalds. Pero también están por aquí GusGus (a los que recuerdo bailar y bailar hace años) o Emiliana Torrini... (y claro, Björk, pero he de reconocer que nunca me ha emocionado y hace años que no la escucho). Algunos tienen ya su hueco en esta música para replicantes. Pero hoy toca rescatarlos. Y evocar, escuchándoles, todo lo vivido en un país que te hace olvidar, por momentos, que sigues en este planeta. Si algún día vamos a otro, estoy segura de que será parecido al desierto de glaciares y volcanes por el que nos hemos perdido estos días. 

Julio Verne imaginó en Islandia su "Viaje al centro de la Tierra", y no me extraña.

Mientras nos preparamos para ese viaje marciano (que llegará), os regalo algunos temazos islandeses que podéis (deberíais) llevaros en la maleta cuando llegue el día. Yo los llevaré. Y os animo a conocer esa pequeña y lejana isla en mitad del océano que, además de todo lo anterior, si tenéis suerte, os regalará una aurora boreal. Ocurren cosas extrañas en Islandia... todo es distinto, bello y extraño en ese país. Corred a comprobarlo!!! Y mientras tanto, escuchad... :)









martes, 13 de enero de 2015

QUIERO MIS CANCIONES CUENTO, STUART

Por fin he podido sentarme un rato con el blog. Os pido perdón, a los que os paseáis por aquí, por haberlo tenido abandonado tanto tiempo... ¡desde octubre! No hay excusa, ni motivo concreto para ello, simplemente no salió. Y ya lo siento. Pero no se trata de escribir por escribir sino de tener algo que contar. Así que os cuento...

Estoy escuchando mucho estos días el nuevo disco de Belle and Sebastian, que sale en una semana, y me está generando sensaciones contradictorias, que quiero compartir por aquí: entre el "¿pero esto qué es? ¡no son elloooossss!" y él "¡qué preciosidad! ¡uffff menos mal!". Claramente es un álbum para escuchar más de una vez, tanto si ya sois fans de la banda escocesa como si no. Sobre todo si lo sóis.



"Girls in peacetime want to dance" es un disco muy ecléctico. Haciendo honor a su nombre (que me encanta), tiene algunos temas totalmente discotequeros, para echarse a bailar y no parar. Sí, bailar, con Belle and Sebastian. Habéis leído bien. Nada que ver con los chicos de melodías suaves y delicadas, con ése pop luminoso y elegantemente melancólico, ése reconocible sonido naif, algo lánguido y hasta meloso a ratos. Esas preciosas "canciones cuento" que tan bien compone Stuart Murdoch.

Pero claro, supongo que a estas alturas de la vida, después de casi veinte años escuchándoles y ocho discos de estilo inconfundible, con el noveno ya no soy objetiva. Escucho y mi subconsciente sabe que son ellos, así que espera escuchar lo que quiere escuchar. Es una pena, pero es así. De hecho, mientras escucho lo nuevo pienso que me gustaría no conocerles de nada para poder escuchar con el oído y la cabeza más abiertos y sin referencias acerca de cómo suenan. Pero no way: imposible ignorar lo que ya conoces. Una vez más (y esto me pasa con cierta frecuencia) desearía no conocer, para seguir sintiendo de nuevo la sorpresa de que algo me guste o no me guste por sí mismo, sin que tenga que ver con lo que me gustaba o no me gustaba antes. ¿Me entendéis? ¿Os pasa?... En fin, ahí va un ejemplo de lo que os cuento, un par de temas que cuesta creer que estén en el mismo disco.



Sí, Belle and Sebastian se han liado la manta a la cabeza (o se la han quitado, según se mire) y se han puesto a bailar. Bien. Habrá a quien le encante. Pero a mi, la verdad, es el álbum que menos me gusta. Aún así, merece mucho la pena escucharlo y seguirles los pasos. Me encantaría que este 2015 que arrancamos nos los traiga por aquí, de hecho, porque nunca pude verles en directo y estoy segura de que no defraudan. Me encantaría poder escuchar en concierto viejos temas tan bellos como estos, que no me cansan nunca, así pasen los años...



Por cierto, os recomiendo seguir los pasos también de Isobel Campbell, ex miembro del grupo y una de sus fundadoras en 1996. Tocaba el chelo y cantaba en algunas canciones, pero lo dejó en 2002. Desde entonces ha lanzado algunos discos en solitario y otros con mi querido Mark Lanegan -al que vi en concierto hace algunos meses y os recomiendo muchísimo-. Musicazos ambos, esa colaboración ha generado temas tan preciosos como éste. Con él me despido. Prometo no tardar tanto en volver. Espero que estés teniendo un bonito comienzo de año... Musical siempre, ya sabéis ;)