miércoles, 28 de mayo de 2014

ESTADO TRANSITORIO, ESTO ES

Todo dura un rato. Hablar. Caminar. Escribir. Leer. Pensar. Cuando la cabeza está recién frita (cerebrofritismo lo llaman) todo dura sólo un rato. Todo... menos la música. Curiosamente (o no), escuchar música es la única actividad que un cerebro craneotomizado (el mío, al menos) soporta durante más de dos horas sin esfuerzo, sin necesidad de parar, descansar y desenchufarse. 

En esas estamos. Y en esas, escuchamos.

En esta vida reposada y "dearatos" que me han prescrito estoy retomando a viejos (y casi olvidados) amigos, como Wim Mertens. Tan sufriente como elegante, el viejo Wim y sus lamentos en forma de gorgoritos varios me siguen reconfortando en momentos de flojera física (no anímica, de momento... ahí seguimos!). Con cualquiera de sus discazos: Motives for Writing, Stratégie de la Rupture, Jérémiades, Struggle for Pleasure...



Y junto a Wim, más viejos amigos... amigas, en este caso. Mujeres de elegancia natural y vocal, mujeres con voces que, si no existieran, habría que inventarlas. Para escucharlas en bucle también estos días: Beth Gibbons (ex Portishead), Natalie Merchant (ex 10.000 Maniacs). Ahí van algunos ejemplos de esto que digo, temazos que derriten neuronas y activan endorfinas en la misma medida. Paz.




Estos temas de Beth son viejos, de Out of Season, un ábum maravilloso que grabó en 2002 con Paul Webb (ex bajista de Talk Talk reconvertido para la ocasión en Rustin Man). Los de Natalie son de ahora, de su sexto álbum en solitario, recién salido de cocina. Álbum homónimo y el primero con material nuevo en 13 años, desde aquella joya llamada Motherland. Desde aquella joya, por cierto, Natalie (que hoy tiene 50) se casó, tuvo una hija y se divorció. De ahí los 13 años, supongo. La vida.



Hablando de la vida, de los 40, los 50... -ay qué tos más tonta-... estas décadas por las que andamos ya (unos llegando, otros a punto de llegar, otros marchando), decía un amigo de un amigo el otro día que la cosa está en sobrevivir. Sobrevivir a los 40 y sus achaques, a las facturas que se empieza a cobrar la vida por el mero hecho de haber llegado vivo hasta aquí (muy vivo). Y llegar vivito y coleando a los 50, decía. Porque entonces, ya sí, serás capaz de tirar hasa los 90 y más allá. O, al menos, te lanzarás más fuerte a esa segunda temporada que arranca ahora. 

Entre los 40 y los 50, decía -y yo lo suscribo-, parece que o te mueres o te reinicias. Y como aquí seguimos de momento... y de momento más vivos que nunca, toca reiniciar. Reiniciarse. Por eso hoy os regalo también este precioso tema de Bright Eyes. Creo que ellos ya son replicantes (ya los colgué en otro post), pero es de esos temas que se pueden escuchar una y otra vez sin temor a hartarse y tirarse por la ventana (si acaso lo contrario... saltar por la puerta y echarse a bailar a las calles). Así que ahí va, por segunda vez, y esta es la buena: This is the first day of my life.


Hoy se cumple un mes de la craneotomización, y puedo decir que no todo todo toooodo lo que ha venido después es tan tan taaaan bueno. Resulta que la cosa tenía sus cosillas, pero esas no te las cuentan -o no las saben- previamente, las descubres sobre la marcha. Aunque afortunadamente, también los efectos (directos o colaterales) de que un tipo te abra la cabeza, te la manipule (con cariño y para bien, eso sí) y la vuelva a cerrar como si nada (después se fue a casa tan pichi, supongo, a cenar y a dormir) también duran sólo un rato. Más largo, pero un rato. 

La cosa marcha, en cualquier caso, y parece que en este momento todo es transitorio. Todo dura un rato, y en ese rato -mientras estamos, nos recuperamos y nos reiniciamos- hay una cosa que, seguro, seguiremos haciendo por aquí: musicalizar la vida tanto como podamos. Que podemos! ;) 

 

lunes, 12 de mayo de 2014

LA REALIDAD VA POR LIBRE. EL MIEDO TAMBIÉN

- Tres kilos de peras, dos de tomates... mmmm, a ver... un par de limones, un aguacate... y un tumor cerebral.
- ¿Con miedo o sin miedo?
- Sin miedo, por favor.

Podría ser una secuencia absurda de cualquier peli de los Coen... pero más o menos ocurrió así. El tumor llegó sin hacer ruido, sin estridencias, con la misma naturalidad que uno baja a la compra cualquier día y sube con la fruta. Sin ruido, sin aviso, sin dolor.

Porque la realidad va por libre. Siempre. Aunque a veces se nos olvide.

Y es toda una lección de humildad que, de vez en cuando, te ponga en su sitio.

Escribo desde que tengo uso de razón... desde antes, incluso, desde que empecé a no entender, a buscar, a cuestionar, a intentar comprender el mundo y comprenderme. Es mi forma de estar por aquí, de contar y de contarme. Desde hace unos años, además, a través de este blog (supuestamente -aunque cada vez menos- musical). Y este post, que normalmente me llevaría una horilla, está durando ya unos cuantos días... Lo dicho. La realidad. Va por libre.

Confieso que a ratos (los menos) me desespera. Y a otros ratos (los más) hasta lo agradezco. Toca reaprender, reejercitar, reubicar, recordar... o directamente -sin "re"- descubrir, aprender de cero como si fuera nuevo. Todo menos aburrirse. Bien. Está bien. 

No ha sido miedo. Han sido muchas fases, pero ninguna miedo. Del mosqueo de ese primer "no se descarta lesión tumoral" al desconcierto -necesito más opiniones-. De la negación de la realidad -¿cómo voy a tener un tumor yo?????- a la relativización... -bueno, bah, dicen que parece benigno y pequeño en cualquier caso-. De ahí a la confirmación y reconfirmación de la evidencia (cinco neurocirujanos en mes y medio). Y entonces, ya sí: el susto primero y el cabreo después. Pero nunca miedo, quizá porque el tendero me hizo caso... quizá porque el miedo también es libre: de irse o de quedarse. Y eligió irse.

Descubrirte sin miedo es algo con lo que no cuentas en estos casos. Pero ha ocurrido. Y ha sido sólo la primera cosa buena que me ha traido todo esto. El susto y el pequeño desconcierto duran hasta que tomas la decisión -craneotomía se llama, abrir la cabeza en canal, vamos... y extirpar al intruso-. Y la tomas porque, básicamente, no parece que haya otra. "Esperar y ver", responden todos cuando preguntas si habría plan B... "porque de momento estás asintomática, esto ha sido un hallazgo casual, has tenido mucha suerte". Pero pregunto y resulta que lo de "ver" incluye despertarte cualquier día de aquí a dos años con bonitas crisis epilépticas o "casi ciega" (literal), así que no, "esperar y ver" no parece la opción más inteligente (nunca fui mucho de eso, además... "si hay que ir, vaise!!!"). 

Entonces, ya con una bonita creneotomización por delante, una fecha increíblemente cercana (viva la sanidad pública, sí, pero joder qué afortunados -y qué injusto también- quienes además podemos pagarnos un seguro que convierte los meses en semanas, los días en horas, la agonía en un paseo...) y un neurocirujano de esos de manos grandes que te cogen la tuya con fuerza y te dicen "tranquila, que esto es una cosa pequeña"... tu cuerpo empieza a ir por libre: comes más, pero adelgazas todo el rato, duermes sorprendentemente bien, dejas de darle vueltas a las cosas cotidianas que antes te provocaban insomnio... y no, lo esperas pero no llega, aparentemente sigue sin haber miedo. 

Están los de siempre: a las arañas, a las alturas, a la gente que habla mucho, a atravesar el túnel del Huerna... pero al tumor, nada. A ratos te lo repites incluso, como si fuera una obligación que te estás saltando: "estoy cagada". Y se lo dices a tus amigos, también, pero es más para convencerte de que es lo que debería de ser que por otra cosa. Y porque ves que ellos sí lo tienen. Tu familia, tus amigos... todos lo disimulan, pero se lo notas: tienen miedo. Así que tú no puedes estar ahí tan pichi a su lado... so inconsciente!!!

Pero llega el día, y así, tan pichi, te llevan al quirófano (previo pastillazo atizado antes de bajar para que entres en boxes ya casi grogui... gracias majos!). "Hombre, hola otra vez!" recuerdas vagamente a un tío sonriente al que ya has visto antes -el anestesista que te hizo el preoperatorio-. Mientras te saluda te pone una mascarilla... "Hombre, holaaaaaaaaa!", quieres decir algo más pero nada, fundido a negro (o blanco, o verde, no sabría decir...) y ni un sólo recuerdo más. ¡Resulta increíble pero sigo sin saber cómo es un quirófano! Y lo confieso: me da algo de rabia. Después de tres horas ahí dentro, resulta que no tengo ni un sólo maldito recuerdo, ni de la sala, ni de los médicos, ni de nada... como si esas tres horas no hubieran existido en mi vida, ni en el espacio ni en el tiempo. Ni un sólo dato que guardar para mis memorias de periodistilla craneotomizada, vaya. Nada.

A partir de ahí, todo lo que ha venido después -y ya parte de lo de antes- es bueno. 

Tan inmensamente bueno que no cabe en un post, claro. Estas semanas me he sentido más querida, arropada, cuidada, afortunada, agradecida y feliz que nunca. Feliz, sí. Feliz. Comprobando cada día, cada minuto, la suerte de tener gente increíble a tu lado todo el tiempo, porque sí, porque están, porque te quieren, porque les quieres... gente fuerte que te hace aún más fuerte, que te abrazan y confían, como tú les abrazas y confías, ya estén aquí al lado o a miles de kilómetros. Personas tan importantes para mi como el aire que respiro: mis dos familias, la que me tocó al nacer y la que elegí, la de los amigos, personas excepcionales que de pronto, y casi sin conocerse siquiera entre ellas, se covierten en una.

¿Cómo tener miedo así? ¿Cómo pensar siquiera que algo podía salir mal? Sonará soberbio quizá esto, y de nuevo inconsciente, pero la opción de que saliera mal nunca fue opción, nunca estuvo instalada en mi cabeza... o no quiso o no la dejamos o pasó de largo. Y como no quedaba otra, todo salió bien.

Prueba superada. Felizmente craneotomizada. Más feliz y más fuerte que antes de la apertura craneal, de hecho. Resiliencia, lo llaman. Y existe. Doy fe. 

Pero es que además mi suerte no acabó con la operación... porque el bicho ha resultado ser bueno. Un tumor, sí, pero aún no estaba en el bando de los malos (no le hemos dado tiempo, vamos, por lo que me explican los médicos). Así que doblemente afortunada vuelvo a casa y me reencuentro con mi vida. Que ya no es la misma. Todo es distinto. Y todo es mejor. Más complicadas algunas cosas, sí, nuevas, sorprendentes, cansadas... Todo es muy cansado todavía -¿sabéis lo que cansa pensar? sí, pensar- pero nunca, en ningún momento, aburrido.

La batalla está ganada, pero sólo han pasado dos semanas y la reconstrucción del puzle acaba de empezar. Ahora el camino es largo, y compruebo que más lento de lo que me gustaría -a ratos ufff, a ratos brrrrr, en general ommm- pero lo estoy asumiendo. El titular de los médicos es muy claro: todo va muy bien, todo está volviendo a su ser, a su lugar, pero hay que dejarle hacer (al cerebro), así que ante todo, paciencia. "No fuerces, no te pongas plazos" (con este post me he saltado un poco el consejo, vale, y lo acuso... pero lo necesitaba... "quien escribió lo sabe").

Por primera vez en mi vida toca estar. Sin más. Pero no por elección, como otras veces, durante un rato, por descansar, por puro hedonismo, por puro lujo... sino por obligación. Estar. "Tratar de que la actividad cerebral sea la menor posible" (sic). Porque resulta que pensar, hablar, escuchar, mirar, leer, escribir y todas esas cosas que hacemos cuando creemos -y decimos- que no estamos haciendo nada, son la caña para nuestro cerebro: algo así como correr la media maratón para una rodilla recién operada, me dicen. Yo nunca pensé que hablar... (o simplemente pensar!) pudiera cansar tanto, pero creedme, puede llegar a ser agotador.

Así que dicho todo esto, me voy a portar bien y voy a cerrar este post. Por mi salud cerebral y por la vuestra -si habéis llegado hasta aquí, tendréis el cerebro más frito que yo todavía-. Prometo nuevas entregas, más cortas y musicales. Esta me ha salido así, extra larga y sin pudor (algo de esa zona se me debieron llevar también con el tumor). Supongo que estoy tan contenta que necesitaba compartir todo esto por aquí también. Y bien mirado, es que ahora, además, soy un poco más replicante... ;) Pero la contención me sigue pareciendo una cualidad digna y necesaria en todo blog que se precie así que no temáis, en el futuro iremos más al grano (musical).

Gracias por leer, si habéis llegado hasta aquí. Y desde aquí, sobre todo, una cosa: carpediemizad. Todo el rato, sin miedo, sin pudor, a diestro y siniestro, de día y de noche: carpediemizad todo lo que podáis!!!!! Eso implica otra cosa, aviso: estar atento. Que nada de lo que pase a vuestro lado pase sin más. Pero a la vez, también, que todo pase y nada pese. Porque la vida, cuando no pesa, se vive mejor... 

- Tres kilos de peras, dos de tomates, un par de limones, un aguacate... y mmm, a ver... 
- ¿Algo más?
-  No, por hoy ya nada más.